sábado, 28 de abril de 2007

BAISERS VOLÉS

Al Sr. Ingle.

Arlequino Fournier es un señor de amplia sonrisa, ojos grandotes y manos medianas. Casi, casi, como cualquier señor de Murcia.

Tiene una vecina que le quita el sueño. Es tremenda de guapa, de alta, de rubia y de todo. Arlequino siempre la mira a través de las cortinas y le gusta sentir como el vuelo de las telas le roza las piernas...
Entonces cierra los ojos y piensa que es ella.

Hace lo que sea por verla: la espera en el rellano, en el ascensor, al bajar la basura y en los días de lluvia la espera con un paraguas. Pero casi nunca coinciden.
Una vez se la encontró en el ascensor pero se puso a tartamudear: al menos tuvo iniciativa.

Él cada vez se siente peor y más desesperanzado, y dentro de su locura de amor, cree que la única forma de convertirse en alguien reseñable, es consiguiendo tocar a la vecina.

Estando en la calle volviendo de hacer la compra, vio pasar un bus viejote que anunciaba con un gran cartel lateral “Algunos hombres buenos”.
- Y algo tontos-, se dijo Arlequino, sacando su bono para subir al transporte público.
El vehículo estaba atestado de gente, costándole lo suyo poder encontrar un hueco hacia el fondo. Cuando ya estaba más o menos situado, le zarandeó un frenazo repentino y tropezó con la mujer que le daba la espalda, y con la confusión, apoyó la bolsa de la compra en el trasero de la inocente usuaria. La mujer se giró, y para zozobra de él, era la vecina.
Ella bajó la mirada y miró la bolsa de la compra.
- Tengo plátanos-, acertó a decir Arlequino.
- ¿Eres pentaplátano?- preguntó con cierta coquetería la vecina.
- Soy casi murciano-, dijo él, como disculpándose.
- Entonces sabes de pimientos-, dijo ella llena de emoción.
Y él se perdió en los ojos de ella y ella en los ojos de él, y ya no fueron dos, sino solo uno, y se dejaron mecer por el traqueteo de la marcha y de la marea humana del cocherito leré.

Desde ese día, los dos se dejaban rozar las piernas con las cortinas en casa de Arlequino y solo comían postre.

5 comentarios:

Loredhi dijo...

A mí lo que más me ha gustado es lo de: los ojos se él que se hunden en los de ella que se hunden en los de él... y que para el resto de sus vidas sólo comen postres. Es éste uno de los finales más románticos que he leído nunca... Me los imagino de viejitos comiendo profiteroles.

JOHNNY INGLE dijo...

No, no, no ha entendido, Sra. Loredhi: él llevaba pentaplátanos, y ella le preguntó si los llevaba.

Eso demuestra que a ella le gusta, de postre, comerse un plátano.

La moraleja es que ella le comió el plátano al Sr. Arlequino por el resto de los días, lo que asismismo es romántico.

Su plátano se hundió en lo de ella, que se remetió en lo de él.

Fantástico, fantástico, Evita.
Esta historia lo tiene todo. Qué pequeñita, y qué intenta, y que jodiditamente hermosa y tierna, y ocurrente e hilarante, y descojonante, y qué irradiaciónd e su personalidad de usted.

Bueno, sólo le faltó poner aquello de que "él le palpó el culo al descuido, llegando a recolocarle el tanga".

Eso de las cortinas que rozan las piernas, hmmm: lo que me estoy perdiendo. yo sólo tengo venecianas, debería pensar en unas cortinas para espiar a la hija adolescente de mi vecina (Cristina).

Y qué foto-bodegón. hay que ver lo que dan de sí un buen buho con sus plátanitos y sus kiwis y su salvamantel de estera...

Soy feliz por el resto de la noche.

¡A mí es que estas cosas me hacen creer en el futuro de la humanidad!

Akroon dijo...

¿El plátano se considera postre? Yo creía que formaba parte de la base alimentaria...

... Mire usté, Sra. Evita, qué cosas se descubren...!

Muy romántico y platánico el cuento. ¿El Sr. Arlequino era aficionado a los juegos de azar? Lo digo por lo náipico de su apellido...

Sr. Ingle, no cambie las venecianas por cortinas: si acaso, vaya a estrenar el tranvía de su ciudad con una bolsa de la compra y procure rozarse con alguna moza de buen ver, vaya concurrido o no el vagón. Si obtiene la grabación de la cámara de seguridad, cuélgue el vídeo en YouTube.

. dijo...

Si leo plátano y leo salvaMantel tengo que hacer un esfuerzo sobregilipollesco para no sentirme aludido.

El búho ese tiene una expresión libidinosa que me hace ruborizar.

Yo no puedo imaginar expresión más bella del amor que el roce de las piernas con las cortinas. Ahora mismo voy a rozarme las piernas con las cortinas, a ver qué pasa.

Un momento....

Mierda, me olvidé de ponerme la mascarilla y ahora me pasaré la noche entera estornudando. Es que mis cortinas tienen mucho polvo.

Lo que tampoco deja de ser romántico.

Pentaplátano. Hay que joderse.

Perfectos Saludos.

Srta. Effie dijo...

Querida Mari:

Tan tiernos eran que se cortaban sin cuchillo. Tan dulces eran, que el pancreas les trabajaba a destajo. Cosas del amor primaveral.
Ja.

Sra. Loredhi:

Como le decía el Sr. Ingle, comían con gran pericia plátano. Tenga en cuenta que de tanto amor tenían la glucosa por las nubes, y los profiteroles les podían perjudicar. Además, seguro, seguro, que manchaban las cortinas blanco iPod. ¡Que desgracia!

Sr. Ingle:

¡Que ilusión su recuperada fe por la humanidad!
Lo escribí pensando en Usted y en esa Señora del ascensor que tanto le gusta. También influyó su descubrimiento por mi afición a los plátanos.
Por un momento pensé en las rabadillas del Registro.
No quise añadir lo del tanga para no añadir carga bucólica al asunto, que si no Mi si bemol Mantel se descoyunta de los espasmos...ya sabe, cosas de los plátanos.

Sra. Akroon:

¡El mismísimo primo de Don Heraclio! Pero como renegó del juego, no tenía demasiado contacto con la familia. Arlequino se dedicó al mercado de valores, y en su juventud, compró una finca de kiwis en Galicia. Un hombre de mundo este señor de Murcia. O casi.

Sr. Archi.chupi:

No haga esfuerzos sobregilipollescos, querido mio. Sabe que cualquier consumo de plátano en este planeta, y para ser más precisos, en este blog, se hace por el bien de su hacienda platanera, para que no pierda la ilusión y para que corra desnudo los domingos al amanecer.

Quizá debería usar algún tipo de profilaxis con las cortinas. ¿Las probó de plástico? Imagine lo romántico de una cortina de ducha, de una toalla de ducha y de una buena tititera.

Suspiritos, itos, itos.